sábado, abril 21, 2012


Fueron juntos los 12 (para más “inri”) al primer Pleno de la legislatura. Rostros serios, caras de circunstancias como requería el acto. Se miraban unos a otros sin hablar, como presintiendo que algo iba a suceder que se les escapaba de las manos, de su entendimiento.
Tomó la palabra y todos lo miraron. Lo dijo de sopetón, sin rodeos ni disimulos: “Uno de los aquí presentes me va a traicionar”.
Un escalofrío recorrió de arriba abajo el cuerpo de los que le escucharon. Se miraron como pretendiendo ver en los otros al felón. Nadie dijo nada.
“Hoy, alguien me traicionará”, volvió a decir con la misma intensidad.
Durante el Pleno no hacían más que darle vueltas al asunto: ¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene?... Preguntas sin respuestas.
Un beso, una caricia, actos sensuales que repite la historia contradiciendo la teoría hegeliana del discurrir continuo de la vida, de los hechos sin vuelta atrás. Más castizo es lo que está en la otra orilla: “Nunca digas de este agua no beberé”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario