domingo, junio 03, 2012

Valderas está en lo suyo

SE nota que a Diego Valderas le viene pequeño Bollullos Par del Condado y su ilusión de niño no era ser alcalde de su pueblo sino ocupar cargos de una mayor enjundia institucional.

No sé, lo reconozco, que le vería Javier Arenas, allá por 1994, para auparlo, con el apoyo de Izquierda Unida, a la Presidencia del Parlamento andaluz, pero lo cierto es que el onubense no ha cejado en su empeño y con el beneplácito de la derecha o la izquierda se ha ido abriendo paso, al contrario que sus compañeros de partido en Extremadura o Asturias, hasta conseguir una vicepresidencia del Gobierno de la Junta.

Dicen que la ambición, en política, es legítima. Yo creo que lo es en todos los órdenes de la vida siempre que dicha ambición se conduzca por los cauces de la ética, algo, esto último, que precisamente en política no suele suceder siempre, por no decir comúnmente.

Ambición, desde luego, no le falta a Valderas. En cuanto a la ética, no soy yo quien va a cuestionarla y más bien será el discurrir de la Legislatura el que nos dará elementos de juicio para valorarla.

En todo caso, no me interesa tanto el historial político del vicepresidente -que no me interesa en realidad nada-, como el contenido de la rueda de prensa del pasado viernes, en la que el también coordinador regional de IULV-CA -a todas estas siglas habrá que añadirle ahora las de Izquierda Abierta, promovida por Llamazares, e Izquierda Plural, nacida de las elecciones de 2011-, anunciaba el aplazamiento del decreto sobre el plan de ajuste del gobierno autonómico, en una expresión, desde luego la primera pero mucho me temo que no será la última, de cómo chirrían las ruedas del carro del poder andaluz, no se si por estar mal engrasadas o porque cada buey tira en dirección contraria o, al menos, no paralela.

Resulta que después de difundidas con toda clase de argumentos las medidas a adoptar; después de dado a conocer a los sindicatos presentes en la mesa sectorial, sin posibilidad alguna de rechiste; y después de que las jerarquías del funcionariado andaluz se desgañitasen intentando justificar el nuevo ataque a los empleados públicos, el ínclito vicepresidente y consejero descubre que lo por él apoyado no coincide, precisamente, con lo -también por él, su formación política y el sindicato que nace de ella- defendido a lo largo de los años, ni con aquello que le llevó a lograr su escaño y el de otros once compañeros de militancia.

Y como se da cuenta de su metedura de pata -o se la hacen ver desde las instancias nacionales o sindicales de la coalición- supongo que hace valer su valor numérico en la Cámara y exige un plazo de demora de diez o quince días para llevar a cabo un simulacro de negociación tras el que apretar un poco más las clavijas a los altos cargos -habrá que ver qué entiende Diego Valderas por altos cargos- en beneficio, dice, de los mileuristas del funcionariado, entre los que me imagino que pretende ver a muchos de sus votantes.

Con ello aspira a recuperar la imagen progresista y a marcar unas diferencias con sus aliados de gobierno que en realidad no existen.

No se plantea el que fuera presidente del Parlamento andaluz que, en lugar de parches electoralistas, tendría que preguntarse por qué ha apoyado con su entrada en el gobierno unos presupuestos andaluces inflados artificialmente y a los que ahora hay que meter la tijera en 2.700 millones de euros con cargo a los funcionarios, los mileuristas y aquellos otros que por el tipo de responsabilidad profesional que asumen no lo son, en lugar de recortar de otras muchas partidas y empresas públicas menos arraigadas socialmente.

Ni ha olido Valderas, tal vez porque su olfato le llevada hacia otras aspiraciones, que la función pública andaluza necesita de un cambio estructural y de filosofía más que de un ajuste coyuntural y económico como el que va a aplicar su gobierno.

Es cierto. Con el decreto del plan de ajuste lograrán cuadrar los presupuestos, pero saben muy bien que tales ajustes van en detrimento de nuestro sistema de protección social -lo cual, dicho sea de paso, no creo que les importe demasiado- por el deterioro laboral que generan en colectivos cada vez más desmotivados.

No es tanto cuestión de ajustar como de definir un modelo que hay que adaptar a la realidad económica y social y que en la actualidad se muestra, en muchos aspectos, impotente ante la función que debe cumplir, ya sea en la Justicia, en la Sanidad, en la Educación e incluso en los Servicios Sociales.

De acuerdo, podremos atender a todas esas áreas a la vez y además hacerlo a precio de saldo, pero no esperemos que de ello se derive una mejora de la calidad sino todo lo contrario.

En cualquier caso, Valderas está en lo suyo y no creo que baje de la nube.

No hay comentarios:

Publicar un comentario