Ayer me lo confirmó uno del PSOE.
Existe en el mundo una clase de
personas que me producen asco y desprecio. Asco, repugnancia por la
felonía e hipocresía que expele y
desprecio por la ínfima moral que el tiempo, ese poderoso e implacable
compañero de la vida, deja al descubierto como la marea el fondo del mar.
Me refiero a cierto
“sindicalista” que toda su despreciable vida laboral ha discurrido al socaire
del sindicalismo en defensa de los trabajadores resultando que en el fondo y al
final sólo ha defendido lo suyo. Ahora sé que siempre ha defendido lo suyo a
costa de los trabajadores, de sus “compañeros” como gusta decir y a favor del
patrón para obtener algún beneficio. Se vendió a Juan Carlos Sánchez Alvarez siendo
el intermediario otro exalcalde y ahí comenzó su decadencia moral.
Utiliza la verborrea para
engañar, esconder en sus palabras lo contrario que está diciendo. Este
“sindicalista”, de izquierda y puño en alto, ha usado su condición de representante
de los trabajadores para valerse de las prerrogativas que en todo convenio le
otorga y a fuerza de rozarse con el patrón y de su baja condición moral, se
vende como una meretriz siendo en ésta más noble su cometido que la del traidor; el pago recibido el de un puesto de trabajo
para su hijo.
Ha llegado tan bajo que se tiene
que justificar ante sus iguales y es ahí donde derrama toda su pústula
verborreica no importándole humillar más a aquellos que debían defender.
Estuvo un tiempo en IB como topo
hasta que se descubrió su chanaleo.
Es tan despreciable que no vale
la pena dedicarle ni más tiempo ni más palabras.
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